domingo, 4 de marzo de 2018

DUELO CRIOLLO


LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 62 – 04/03/2018
Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.
Siempre he renegado de aquellos que loan -a veces sin querer, por ignorancia-, al gaucho peleador o matrero, muchas veces con la escusa de defender su libertad o lavar el honor, porque sin darse cuenta están “alimentando a los detractores”, o sea, a aquellos que se aferran a esos difundidos y antiguos preconceptos de que el gaucho era haragán, vago y mal entretenido, porque, sepan los oyentes, si nos alejamos del tradicionalismo e incursionamos en otros ambientes, es común que aún se repitan dichas ideas. Por eso, reitero, siempre he sido renuente a los versos con peleas y matreros.
No obstante, soy consciente que las peleas existieron, y que hubo hombres mentados por habilidosos para el cuchillo. Y esto ha sido así, al punto que existió una esgrima especial, que al sabio investigador de Chascomús, Don Mario Aníbal López Osornio le dio material para escribir un libro que precisamente tituló: “Esgrima Criolla”.
El cuchillo fue prenda infaltable en el atavío del gaucho, ya sea el facón o el verijero, o ambos simultáneamente. De allí que hay dos asertos que deben ser tenidos en cuenta por los tradicionalistas: vestido a lo que llamamos la usanza gaucha nunca debe faltar el cuchillo, ni un cobertor de cabeza, sombrero, gorra o pañuelo.
Con gaucha precisión el poeta Miguel Etchebarne supo decir que “al cuchillo se lo estima / como a la punta del brazo”, y antes, el propio Martín Fierro sentenció: “y ya que juntos vivimos / sin podernos dividir… / yo abriré con mi cuchillo / el camino pa’ seguir.”, y aunque a veces el largo del cuchillo es descomunal bien podemos decir que “no aumenta el largo ‘el cuchillo / el tamaño del coraje”.
Muchas veces un hombre templado, seguro de sí, sabedor de que cortar a un adversario significaba “desgraciarse” y tenérselas que ver con la justicia, recurría al rebenque antes de desenvainar el facón, de allí que el ya citado Etchebarne explicó: “Atributo de varón / conoce su oficio duro, / y sabe sacar de apuro / íntegro en toda ocasión, / y se cuelga del facón / a veces, como si fuera / nada más que una manera / simbólica de mostrar / que el lujo de castigar / tiene en la muerte frontera.”
Por eso, hecha la salvedad del principio, de que no nos gusta loar las peleas, hacemos algunas referencias al modo y forma de los duelos criollos.
En nuestra campaña, ya de niños se comenzaba a practicar la esgrima, que en realidad se llamaba “vistear” o “canchar”, para lo cual se utilizaban dos palitos a modo de cuchillo, y así se hacían las primeras ‘fintas’. Ya muchachitos también se “canchaba” con la alpargata en la mano, o bien solamente ‘a dedo’, para lo cual los de la mano que hacía de cuchillo, se ensuciaban con tizne, y la habilidad consistía en marcar al adversario en la cara.
Cuando el nombre de alguno comenzaba a sonar por habilidoso, solía tener que vérselas con el matón forastero que salía a buscarlo para probar si de verdad era tan bueno, y eso es lo que cuenta el  verso aquel de Pancho Gandola que tanto se supo difundir en la voz de Héctor Del Valle, y que se titulaba “Fue allá por el pago mío”.
Si bien entre criollos prácticamente no existió el “duelo a primera sangre”, más propio de los esgrimitas a sable o espada, en diciembre de 1966 -hizo ahora 51 años-, se enfrentaron en un duelo ‘semi criollo’ a primera sangre, el controvertido escritor y periodista Dalmiro Sáenz, con Don Julio Secundino Cabezas. El mismo se desarrolló en las instalaciones gauchas de “El Rodeo”. Sáenz, descalzo, de pantalón vaquero y camisa arremangada, y Don Cunino (como le decían a Cabezas), a lo paisano, de bombacha con faja, sin tirador, con un ponchito pampa liviano envuelto en el brazo izquierdo, bien puesto el sombrero con el ala levantada, y el facón como jugando suelto en la mano derecha. Sáenz, como esgrimista de pedana de salón, buscaba el equilibro con el brazo izquierdo levantado. Después de varias arremetidas, algunas a fondo de parte de Sáenz, Cabezas en un tiro ascendente lo cortó en el brazo y en la misma maniobra en el costado de la cara y en la frente. Ya estaba la sangre! El duelo había concluido. Pero la sangre se le había calentado a Sáenz que arremetía cada vez más ciego, a pesar que Cunino le gritaba que parase, cosa que por suerte finalmente hizo.
Para redondear el tema, agreguemos que según el investigador Raúl Lambert, la esgrima que desarrollaba Juan Moreira, comenzaba con un violento hachazo a “entre las guampas” como quien dice, y si concretaba el golpe con certeza, los siguientes iban abajo, al vientre.
Ilustramos ahora con unas quintillas del poeta dorreguero José Alaiz, que titulara, justamente, “Duelo Criollo”, y que dicen: (Se pueden leer en el blog "Poesía Gauchesca y Nativista")

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