miércoles, 29 de marzo de 2017

MANGRULLO

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 20 – 26/03/2017

Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.

Rústica estructura que busca ganar altura afianzada en cuatro palos largos, con sus respectivos travesaños, a la que se asciende por un embrión de escalera para llegar a lo más alto, donde un piso de ramas o tablas permitía instalarse a un hombre con el objetivo de vigilar; toda la construcción sujeta y amarrada en fuertes lonjas de cuero de potro.
Recurso que ideo el hombre para poder tender la vista a mayor distancia.
Podría sintetizarse diciendo que es una torre o atalaya.
En nuestra región pampeana quizás los primeros “mangrullos” se erigieron sobre las costas del Plata porque el conquistador iba de a poco avanzando hacia los campos de afuera, y acá, sobre las márgenes del ancho río, eran necesarios para tender la vista sobre las marrones agua del río, para otear si se acercaban embarcaciones de otras banderas, primero, y luego para tratar de detectar el contrabando de algunos navíos extranjeros en connivencia con comerciantes locales.
A medida que se fue pretendiendo tomar posesión de la inmensa llanura, los “mangrullos” comenzaron a emerger en las precarias pero corajudas avanzadas que el cristiano iba estableciendo en su lenta pero continua marcha.
Allí donde se alzaba la pobreza de un fortín, se destacaba la presencia de un “mangrullo”, construido con mucho sacrificio y esfuerzo por la falta de árboles en la llanura, al punto que esas columnas militares debían transportar entre sus enseres, los palos que después utilizarían en las distintas construcciones.
En las estancias pioneras, de avanzada, junto a las ranchadas que se erigían como primera población, también supo estar presente el “mangrullo”, del mismo modo que supo no faltar en las postas establecidas en tierras por las que sabían andarse sin problemas los indios, los primitivos dueños de la tierra.
Fue arma imprescindible en la dura vida de frontera, desde donde se observaba si el campo se estaba quieto… o si se movía!! ¿Qué cómo se movía…?, cuando cuadrillas de ñanduces se veían correr allá a lo lejos, o a la distancia pasaba alguna punta de gamas, o se dejaba ver a deshora cualquier otro animal, significaba que el campo se movía, y era cuando atrás de esas huidas de animales, el pampa enseñoraba el horizonte, y así llegaba el momento crucial en que el “mangrullero” (el milico encargado de otear la lejanía), pegaba el grito no deseado: “¡Indios…! Indios a la vista!”

El poeta Roberto Coppari, deseaba que otra hubiese sido la finalidad del “mangrullo”, por eso escribió: “A veces pienso, mangrullo… / si a vos te hubiesen usao, / no pa’ese fin tan malvao, / pa’ algo más noble, más tuyo;”. Pero en realidad sirvió para la guerra.

(En "Poesía Gauchesca y Nativista" se podrá encontrar "Canto al Mangrullo" de P. Bianco, que completaba esta página)

TAPERA

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 19 – 19/03/2017

Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.

Hablábamos el domingo pasado sobre “el rancho”, y cuando a éste se lo abandona, porque sus ocupantes se alejan o porque mueren, viene que se transforma en “tapera”, y de morada de personas pasa a ser refugio de alimañas; o bien cuando sus dueños van envejeciendo, la falta de atención y de mantenimiento hace que envejezcan juntos, y a eso muy poéticamente evocó Osiris cuando dijo: “Te cáiste… rancho flojo!.  Aura, que agatas / me van quedando juerzas pa’l silencio, / te da por afluejar los  caracuses / y azotar la osamenta contra’l suelo…”.
Tanto “el rancho” como “la tapera”, han dado motivo a todos los poetas gauchos y nativistas para volcar su inspiración verseadora, y abundan las poesía sobre ese tema.
Hay veces que nada queda de lo que fue el rancho, pero la posición de algunos árboles, algún malvón que crece guacho, alguna enredadera o una tuna, son indicativos seguros de que ahí, hubo una “tapera”, y aunque nada quede se le sigue diciendo tapera: “…allá, ande estaba la tapera de Fulano”.
Vinculado a lo dicho, el poeta Camilo U. Pérez Risso escribió: “Al que la ve le parece / un montón de barro muerto. / Pero sin embargo vive / en los malvones enfermos. / Las flores descoloridas, / son el corazón abierto / de la tapera que sangra / por las heridas del tiempo”.
Respecto del origen de la palabra, Don Tito Saubidet arriesga una definición al decir que “tapera” es una voz guaraní, que deriva de “Ta” que significa “pueblo”, y “Puerá” que quiere decir “se fue”, o sea: “Casa o rancho en ruinas y abandonado”. Y Don Mario Aníbal López Osorni, el sabio chascomusero, confirma pero con alguna diferencia, y dice: “Del guaraní taperé: desabitado”
Las “taperas” han sido campo propicio para la leyenda, y más si en su vida de “rancho” había ocurrido allí algún desenlace trágico, entonces florecían las “luces malas” y se hablaba de “aparecidos”, de que se escuchaban gemidos lastimeros porque allí poblaban fantasmas.
Pero no todos le temían, y más de una vez brindaron abrigo, cobijo y reparo a aquel viajero que tenía que dar un resueyo al montado o a la tropilla, o debía capear los desaires de alguna tormenta que le salía al cruce. Y en aquellos tiempos que abundaron los crotos y cuando los linyeras, tranco a tranco, cruzaron los campos, no dudaron en acampar junto a los restos de algún rancho camino a ser ruina.
Cuando por el peso de los años la cumbrera comenzaba a vencerse, hundiéndose en el centro, se decía que se “asillonaba”.

Alguna vez, allá por 1967, junto con mi padre tuvimos que guarecernos de una fuerte tormenta, volviendo de a caballo de los pagos de San Vicente hacia el paraje “El Zapata” en Ruta 11, en un “tapera” que estaba como a una cuadra de la calle de tierra, y por suerte con la tranquera sin candado.

(En "Poesía Gauchesca y Nativista", se puede leer "Rancho" de Roberto Morete, que ilustraba este texto)

domingo, 12 de marzo de 2017

RANCHO

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro N° 18 - 12/03/17
Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.
RANCHO
El hombre, en su evolución, cuando se procuró un refugio para soportar las inclemencias del tiempo, echó mano a los materiales que tenía más cerca, y así la tierra amasada, y la madera que le proveían los árboles y arbusto, fueron elementos primarios en las primitivas viviendas.
Los querandíes tenían chozas de forma más o menos redonda con una abertura de entrada, cuyas paredes estaban construidas con paja y barro; y los indios tehuelches que poblaban estas llanuras y que conocemos como “pampas”, vivían en “toldos” construidos con cueros de diversos animales, que luego con la aparición del caballo en su vida, harán preferentemente con cueros de yeguarizos.
Nuestros historiadores no han encontrado antecedentes del “rancho” en las poblaciones originarias de América, y cuenta Mario Anibal López Osornio, que la imagen de un rancho por el estilo de los que conocemos, ya aparece en las ilustraciones de los cronistas que acompañaron a Don Pedro de Mendoza en su expedición a estas tierras (hablamos de 1536). Por consiguiente, el esquema constructivo lo trajo el conquistador, y luego los modos y materiales le dieron características propias.
La voz “rancho” deviene de la marinería, que así designaba a la frugal comida de abordo, como así también al lugar donde en la embarcación se reunían a comer los marineros o tripulantes. Estos, una vez en tierra, siguieron llamando del mismo modo al lugar donde compartían la comida, y andando el tiempo este se hizo extensivo a la vivienda.
A medida que el hombre se alejaba de las costas del Plata para adentrarse en la llanura, se le complicó la construcción del “rancho”, puesto que los talares solo afloraban al borde de alguna laguna, entonces, la necesidad lo obligó a agudizar el ingenio, y así fue que marcado en el suelo el tamaño del rancho, se procedía a cavar 60 u 80 cms, y esto permitía que sobre el nivel de la tierra, se construían paredes y techo que no sobrepasaba el metro veinte, permitiéndole este recurso, poder aprovechar troncos cortos o ramas gruesas de otros arbusto que como la cina-cina, no brindan palos largos y derechos.
En origen, tanto la puerta como la avertura de la ventana que podía tener, se cubría con trozos de cuero.
El esquema de un “rancho” sencillo, se basa en cuatro esquineros (uno en cada punta de un rectángulo), dos horcones, una cumbrera (que es la que divide las dos aguas), dos costaneras o largueros, y las tijeras y cañas, sobre las que se arma el techo. Podemos completar diciendo con Tito Saubidet: “paredes de barro, techo de paja y piso de tierra”.

(Los versos de "El Rancho" de Carlos Ma. Cervetti, se pueden leer en "Antología de Versos Camperos")

domingo, 5 de marzo de 2017

CHASQUE

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 17 – 05/03/2017

Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.

CHASQUE
Quien más quien menos, sabe que decir “chasque” es referirse a aquella persona encargada de llevar una noticia de un punto a otro sin importar la distancia. Dicho en otras palabras es un correo. Y a diferencia de algunas voces de los micros anteriores, ésta no tiene antecedentes europeos, ya que es una voz americana. La fonética, el sonido correcto de la palabra sería “chasqui” y es palabra “quechua”, y éste era oficio desempeñado en el Imperio Inca, por atléticos jóvenes que trotando recorrían las andinas sendas reales portando, generalmente, noticias y disposiciones políticas o de gobierno, en verdaderas carreras de postas, ya que tras un determinado tramo se entregaba la información a otro “chasque”, y así sucesivamente -de acuerdo a la distancia- hasta llegar a destino.
En el litoral y la región pampeana, al castellanizarse, su pronunciación se inclinó por “chasque”.
Siendo originalmente el nuestro, un pueblo eminentemente ecuestre, el “chasque” pasó a ser un gaucho de a caballo por supuesto, transportando noticias, noticias que fueron fundamentales en los primeros pasos de la patria y durante la guerra de la independencia.
Si bien la idea es que el “chasque” se movilizaba en un caballo, si prestamos atención a lo que dice Rosas en sus famosas “Instrucciones…”, deben haberlo hecho también con caballo de tiro, pues él escribe: Los caballos que deje un chasque deben de atarse en lugar seguro y darles agua diariamente. Esto si el chasque va a volver pronto, y si no,  deben acollararse bien con colleras seguras y buenas. Al regreso entregará los caballos prestados y tomará los suyos”.
En la historia de la Independencia Americana, es famoso el suceso que tras el triunfo de Chacabuco (Chile), el 12/02/1817, hace ahora 200 años, San Martín designa a su cuñado Manuel Escalada, para que en función de “chasque”, lleve la noticia de la buena nueva a Buenos Aires, misión que cumple galopando durante 14 días, y unos dos meses después, tras la victoria de Maipú y con Chile ya liberado, vuelve Escalada a repetir la marcha, logrando ahora hacer el recorrido en 12 días.
Otro “chasque” notable de la historia es el militar salteño Calixto Ruiz de Gauna, que en julio de 1810, al insubordinarse el gobierno salteño contra la Revolución de Mayo, une al galope Salta y Buenos Aires en ocho jornadas, portando el alerta de aquel suceso, siendo ya en aquel momento un hombre de 62 años, edad avanzada para los promedios de la época.
Tras las guerras independentistas y civiles, el “chasque” siguió cumpliendo con las funciones de transportar noticias, y ateniéndonos a lo escrito por el sabio entrerriano Martiano Leguizamón, allá por 1896, decimos con él: “…En las postas se sabía la hora precisa de su llegada y ya lo esperaban con el caballo listo para proseguir el camino a galope tendido, con
su inseparable valija de correspondencia en la grupa. Los habitantes del campo le reconocían desde lejos por los remolinos de polvo que alzaba en su precipitada marcha; y cuando tenían necesidad de sus servicios le salían al encuentro; satisfecha la curiosidad o anotado el pedido en la tela maravillosa del cerebro (…) volvía a emprender el viaje”.
(Ver en el blog "Poesía Gauchesca y Nativista", "El Chasqui Feliciano", de Wenceslao Varela)