domingo, 12 de febrero de 2017

LAZO (2° Parte)

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 14 – 12/02/2017

Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.

LAZO
Avisábamos el domingo pasado que hoy daríamos lectura a un escrito que sobre el “lazo” dejó Don Ambrosio Juan Althaparro. Este estanciero vasco vivió entre 1875 y 1955, y desarrolló su vida de campo en la Estancia “Palenque Chico” en las vecindades de Parravicini. En 1944 publicó un libro sobre sus “recuerdos camperos” que tituló “De mi Pago y de mi Tiempo” basados en los 40 años transcurridos entre 1875 y 1915 en que hizo vida de estancia.
Del “lazo” dijo: “Se usaba para trabajar y no como adorno o complemento de un apero -como se ha generalizado después de 1900- aunque el que lo lleve no sepa ni armarlo. No se alzaba lazo sino en los casos que había que hacer algún trabajo de arreo, rodeo, carneada, hierra, cerdeada, etc.. Los peones de las estancias llevan lazo cuando tenían a su cargo el cuidado de hacienda vacuna (…) No se iba con lazo a las carreras, al pueblo, a la esquina, o a cumplir otras diligencias; hubiese sido ridículo, y el que lo llevase, se expondría a burlas (…).
El lazo para el trabajo en las estancias y más generalmente usado, era el conocido con el nombre de “chileno” que se hacía con una soga sacada en espiral del centro de cuero vacuno;  la que debía tener un ancho alrededor de una pulgada, según el grosor que se le quisiese dar. La soga se sobaba muy poco, y a esto se le llamaba redomonearla, (…).
Esta clase de lazos, que solían ser un poco pesados, llevaban yapa trenzada de cuatro, con argolla de fierro y presilla de cinco tientos; siendo su largo más corriente, de nueve a once brazadas. Se prestaban bien para ciertos trabajos, como cadenear,  manear de tres patas, etc.
Otro muy común era el “torcido” o “torzal” hecho de dos ramales y con las demás características parecidas al “chileno”. Se empleaba mucho para trabajar en corral chico, con animales pesados especialmente cuando se enlazaba de a pie y era necesario embramar en los postes. (A los torcidos cortos y muy gruesos también se les llamaba marote).
Los lazos trenzados no eran tan fuertes como los dos citados; tenían un largo mayor, siendo la medida más corriente la de doce  a catorce brazadas (20 a 23 mts.); por lo general más delgados, con yapa de seis tientos y argollas de fierro, aunque se veían algunas de bronce.
El trenzado más común era el de cuatro tientos, que se trabajaban casi sin sobar, por lo cual esta clase de lazos eran siempre más duros que los “chilenos” y se prestaban mejor para pialar. Los lazos de “seis” eran muy parecidos en su aspecto a los de “cuatro”; pero se hacían en mucho menor cantidad, posiblemente porque eran más difíciles de ingerir. En cuanto a los lazos “ocho” tientos, puedo asegurar no haberlos visto nunca, ni haber oído hablar de ellos; pero respetuoso como soy de afirmaciones ajenas, debo admitir la posibilidad de que hayan sido usados o de que se usen todavía, pero en zonas o en épocas distintas de las en que me tocó actuar.
 En forma de sarta en la argolla de los lazos, se solían colocar unos anillos de acero, conjunto al que se denominaba “cascabel”, porque producía un tintineo característico, especialmente al “pialar”. Su uso era por lo general resistido, porque importaba un alarde de habilidad en el manejo del lazo, que siempre resultaba jactancioso y por consiguiente mal mirado. Tan era así en algunos casos, que el padre del que esto escribe, “no tomaba como peón a quien se le presentase llevando lazo con cascabel”, pues el detalle le hacía presumir que en lugar de un  trabajador, se trataba de un compadrito inservible”.
(En el blog Poesía Gauchesca y Costumbrista, se podrá encontrar las 4 décimas de "Mi Lazo" de Juan Carlos Pirali, con que se cerró este bloque).

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