viernes, 16 de diciembre de 2016

OSVALDO DURAN: ¡Don Osvaldo!

Tres Meses atrás, el pasado noviembre/2011, se cumplieron siete años del fallecimiento de Don Osvaldo C. Durán, quién para entonces tenía ciento un años y estaba a dos meses de sumar uno más.
Don Osvaldo fue hombre de las letras y del socialismo, y en esos dos rumbos trabajó con tesón y honestidad, dejando obra y la huella de sus pasos, como que no de balde anduvo por esta vida.
Había nacido en Tolosa, el 5/11/1902, donde su familia estaba radicada por estar abocados varios miembros a la labor ferroviaria, en el Ferrocarril del Sud.
En dicha barriada la casa familiar estaba sita en 528 y 118.
En su largo existir siempre vivió dentro del partido de La Plata, y al barrio natal le sumamos la etapa en que residió en City Bell;  pero donde más permaneció fue en el barrio de Circunvalación, viviendo en calle 70 entre 18 y 19.
Se inició joven en las letras y la militancia política; así es que en 1928 aparece su primer libro, “Mundo Íntimo”, y el mismo año integra el primer centro cultural platense de amplio espectro: la “Agrupación Bases”, institución de fuerte carácter “almafuerteano”, fundada el 28/03/1928, donde convergían otros hombres de la cultura que adherían al socialismo.
Supo contarle a Horacio Castillo, para su columna “Quién es Quién en La Plata” de este mismo diario, que como consecuencia de la guerra del 14 se había producido una gran chatura cultural, y que revertir esa situación fue una de las premisas de los fundadores de Bases”.
Su obra literaria se integra, además del libro ya citado, con: “Dando” (1944), “Cotidiana Voz” (1959), “Con la Palabra Entera” (1973), “Tiempo del Canto) (1981) -una antología de los cuatro anteriores-, “Hojas y Vilanos” (1988), y “La Última Luna” (1997).
Socialista puro, pero de los de verdad!, cumplía una larga jornada laboral, para ocuparse recién después, de hacer política. Así fue que editó un periódico barrial de aparición quincenal, con una tirada de cuatrocientos ejemplares, que distribuía entre los vecinos, al que bautizó con la denominación que se daba a la estación del ferrocarril provincial de su barrio: “Meridiano Quinto”.
También fue un activo colaborador de “El Día” con poesías y cuentos, y nutricias cartas que aparecían en el correo de los lectores.
Don Osvaldo Durán  -quien estuvo casado con Matilde Pianta, y tuvo cuatro hijos, tres varones y una mujer-, después de mucho vivir, nos dejó el 2/09/2004.

Para el Anecdotario

Con motivo de una serie de conferencias que el Museo Almafuerte organizó en 1983 en el salón de la Caja de Ingenieros, el día que estaba convocado para hablar de “Los Escritores Costumbristas de la Agrupación Bases”, me honraban en primera fila Don Osvaldo Duran y el también “básico”, Prof. Lázaro Seigel. Ese día lo conocí. Luego, como él solía -ya ochentón pero vital-, hacer largas caminatas por el barrio, pasaba frente a mi casa y cuando nos encontrábamos, conversábamos un rato. Un día tocó timbre, y no solo para saludarme, ya que traía un pequeño libro de otro hombre de aquella legendaria Agrupación, Hebert Smith, para que lo leyera. “Gracias Don Osvaldo, lo leo y se lo devuelvo…”, algo así fue mi respuesta, pero con disimulada sonrisa agregó, “Téngalo Carlitos, cuando lo necesite se lo pido…”. Demás está decir que cuando nos veíamos, se lo recordaba. Finalmente aquel “Don Segundo Sombra: su influencia en la argentinidad”, quedó en mi biblioteca. Creo que así lo quiso.
Y ya que hablamos de biblioteca, recordemos que la mayor parte de sus libros, por decisión de sus hijos, fueron donados a la Biblioteca “Dr. Francisco Romero Delgado” del Ateneo Popular “Alejandro Korn” (calle 49 Nº 731); la ceremonia de inauguración de ese nuevo sector se llevó a cabo el 5/11/2004, y aquel día, los organizadores del acto me invitaron a participar, refiriéndome al hombre y al escritor.

¡Gracias Don Osvaldo por haberme permitido estar cerca suyo!

(Publicado en el Suplemento Semanal "Norte" de Diario El Día de La Plata)

domingo, 11 de diciembre de 2016

AGREGAO

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 007 – 11/12/2016

Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.

AGREGAO
En el campo de ayer, en esas estancias que tenían mucho personal, nunca faltaba un “agregao”, cierto también que a veces podía estar en un puesto, y hasta serlo en alguna familia del pueblo. Ser “agregao” era eso: no pertenecer al personal o la familia, pero estar allí, simplemente de “agregao”, ser uno más del grupo, aunque casi sin beneficios; el único y principal beneficio era ese: tener un lugar donde estar.
En la estancia pagaba su comida comidiéndose para tareas menores o de a pie: hachar leña, ordeñar la lechera, acomodar el galpón, arreglar un alambre cortado, carpir la huerta, arreglar algunas riendas rotas, juntar los huevos de las gallinas sin gallinero, etc.
Dijo Artemio Arán: “Su jornal fue tabaco, ropa vieja y un peso que otro, que le alargó la generosidad del patrón amigo”.
Nada pedía, no tenía gastos extras ni vicios, y se contentaba estando allí, siendo a veces el centro de la chiquillada de la casa, a la que contaba historias y minucias criollas.
Algunos llegaron a un lugar de mediana edad y no se fueron más, pasando a ser parte del inventario, y ganándose con los años “el Don”, sin perder nunca su condición. Valga de ejemplo: .
Otro personaje parecido y con el que suele confundírselo, fue “el tumbeador”, pero por lo general éste buscaba pasarla bien y satisfacer el apetito, pero era arisco al trabajo; si no lo molestaban y nada le exigían, podía quedarse unos días o una temporada, aprovechando además para tener bien comidos el o los caballos con que se movilizaba, por eso, cuando el puestero o el patrón querían sacárselo de encima, lo conminaban a participar de algún trabajo importante a realizarse al día siguiente; lo más probable, es que sin despedirse ni saludar, esa misma noche se hiciese perdiz.
Lo de tumbeador deriva de “tumba”, nombre dado a una comida mala o pobre, generalmente carne hervida sin condimentar y con poco que la acompañe. Casualmente al “rancho” del soldado -su comida-, se le decía -por lo bajo, sin que se entere un superior-, la “tumba”.
En cambio “el agregao” era más vale agradecido; vaya uno a saber que cuestiones del alma o el espíritu lo hicieron al camino, hasta encontrar ese hogar postizo en el que se aquerenciaba, pasando a ser en algunos casos, como un supuesto “tío” de la gente menuda de la casa.

Un poeta joven, contemporáneo, frecuentador de las “Mateadas con Versos” de la Asoc. Argentina de Escritores Tradicionalistas, y del Taller de Payadores de Emanuel Gabotto, dio en versos su propia interpretación sobre este tema, con algunas diferencias a lo que hemos expuesto, pero valedero. Su nombre?: Javier Origlia. Van sus 3 décimas "El Agregado" (Se pueden leer en el blog "Poesía Gauchesca y Nativista").

domingo, 4 de diciembre de 2016

NOCHERO

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 006 – 04/12/2016

Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.

EL NOCHERO
Supo explicar D. Pedro Inchauspe: “El nochero es el caballo que se deja en las casas, ya encerrado en el corral, ya atado a soga, durante la noche. Ese caballo sirve para cualquier caso de apuro y, al llegar el día, para traer la tropilla o las lecheras que andan en el campo”.
Y si, esa es la función del nochero: estar siempre a mano de las necesidades.
Claro que a lo largo del tiempo han existido distintos tipos de “nocheros”, o mejor dicho, caballos “nochero” de distintas condiciones.
En la azarosa etapa de ir poblando con estancias la inmensidad de la llanura, el animal que se dejaba a mano, tenía que ser de probada condiciones, porque con él no había que ir a echar las lecheras, sino que muchas veces salir a pedir auxilio ante el inminente ataque de un malón, o cuando se veía el campo en movimiento como presagiando un sinfín de alaridos. Ese “nochero” debía ser un caballo de probadas condiciones: veloz de galope, resistente y aguantador ante el esfuerzo.
Andando el tiempo, unos cuantos años después, silenciados los alaridos y ya con los campos alambrados, solía quedar de nochero algún caballo ya entrado en años, que quizás había sido el de andar del dueño de casa, que una vez reemplazado por algún redomón ya entregado y prometedor, seguía prestando algunos servicios que no le exigían demasiado esfuerzo y aún lo mostraban útil. Ese “nochero”, quizás que en el día, era el que llevaba a los chicos a la escuela.
Recientemente, mejor dicho en estos días, acabo de enterarme que en la Patagonia, más precisamente en la provincia de Santa Cruz, al caballo que presta esos servicios se le llama “el guardiero”; al respecto el escritor Francisco Albornoz, explica: “Es un caballo guardado o en guardia, listo para salir a cubrir cualquier eventualidad propia de los trabajos del campo”.
Esto es lo que llamamos “regionalismos”, de ahí lo importante que sería contar con una Academia del Habla Gaucha que pueda compendiar todo este tipo de voces y decires.
Artemio Arán, el escritor sanpedrino radicado en Córdoba, trató de describir lo que pasa en la madruga da cuando se requiere al “nochero”: “Cuando vamos a ensillarlo, nos rezonga en un relincho porque le hicimos un quincho con la noche largo a largo… Es el nochero sin duda punto de apoyo y ayuda con que el destino me armó”.

No hay poeta criollo que se precie de tal que no le haya escrito al “nochero”, por eso, al momento de ilustrar poéticamente a lo que hemos venido hablando, lo hacemos con un versos del amigo poeta de Pipinas, Don Arnolfo “Quicho” Peralta, titulados: "Canto al Nochero" (al verso se lo encontrará en Antología de Versos Camperos)