martes, 21 de abril de 2015

CARLOS MOREL: el del criollo pincel

“Fue el primer argentino que nos legó una obra de alto valor…”, “el primer artista argentino documentado por su obra”, “…el primer pintor argentino de verdadera significación”. Así definieron tres especialistas como Alejo González Garaño, José León Pagano y José Luis Lanuza -respectivamente-, la obra de Carlos Morel, el artista que naciera en Buenos Aires, en un hogar “gallego”, el 18 de febrero de 1813, el año del célebre Congreso.
Fueron sus padres, Doña Juliana Miró y Don José María Morel y Pérez, un fuerte comerciante de la plaza porteña. Éste muere cuando tiene tan solo doce años, en 1825, situación que lo obliga -junto a su hermano Estanislao-, a involucrarse en las actividades mercantiles que desempeñaba su padre, permaneciendo ligadas a éstas hasta 1834.
Paralelamente cursa estudios en la Escuela de Dibujo dependiente de la Universidad, de donde egresó en 1831 con conocimientos en dibujo, pintura al óleo y la acuarela, y litografía (1), y así fue un feliz retratista, y ganó prestigio con sus obras de tipo costumbrista, tales “Cielito”, “Mercado de Carretas en la Plaza Monserrat”, “La Media Caña”, “La Montonera”, “Payada en una Pulpería”, “La Calle Larga de Barracas”, entre otras.
En épocas de la colonia y los primeros años de la Patria, las artes plásticas estaban prácticamente limitadas a los viajeros que nos visitaban y las realizaban, y también a aquellos extranjeros que se radicaban en estos lares, tiempos en que los “retratistas” ocupaban un lugar destacado, hasta que la imposición de la fotografía los relegó. Y mientras que para aquellos lo importante era captar lo exótico, lo curioso, lo llamativo a sus ojos no acostumbrados a esa realidad, para Morel fue el desafío de reflejar con certeza y veracidad, todos los aspectos de los suburbios porteños y la vida de los campos entonces tan vecinos a “la Gran Aldea”.
Más allá de ser miembro de lo que hoy llamaríamos una clase media acomodada, es indudable que tuvo gran interés en retratar instantes y situaciones que tenían que ver con la vida del pueblo común, y el mundo del gaucho en particular, y a pesar de tener su pintura la influencia de lo que podría definirse como “renacimiento francés” -fundamentalmente en la conformación de sus caballos-, supo detenerse con precisión en plantas y ranchos, en el detalle de las pilchas, en las tareas criollas o el acontecer de la pulpería, sin olvidar lo que en su tiempo también era común: los combates de las luchas intestinas, las bravas gestas montoneras.
El Mercado de Carretas en la Plaza Monserrat
Y resume la opinión de Pagano: “Carlos Morel representa el momento inicial de nuestro arte figurativo -pintado y grabado-, y lo representa con personalidad propia, auténtica, inconfundible. No es poco.”(…) “es un narrador sencillo y claro. Anota, describe, refiere. En este trance, concede muy poco a la fantasía. El imaginativo ensayará en otro plano sus condiciones compositivas. También será allí el gaucho quien suministre la substancia viva de sus cuadros; y también entonces apoyará en la observación directa los elementos de sus motivos combinados. Lo domina el medio popular, sus modalidades, sus usos y costumbres. Lo mira y lo penetra para extraer de todo él una expresión caracterizada”. “Por eso se sostiene su obra: por la autenticidad”.
Tanto en el óleo como en las acuarelas, los críticos han alabado el uso del color y el manejo de las sombras, considerándolo notable, porque su formación académica fue muy elemental, resultando un gran intuitivo en su formación decididamente autodidacta. “Morel sentía la composición, veía el color”, interpreta Pagano.
Al decir de José Luis Lanuza: “Morel poseyó una rara habilidad para combinar en sus dibujos numerosas figuras humanas en actitudes dinámicas y naturales. En ese sentido (aunque las comparaciones sean odiosas) supera a Pellegrini. Y la prueba de ello está en que una de las pocas láminas de Pellegrini en que aparece una muchedumbre expresiva (“Fiestas
Mayas”, incluida en los “Recuerdos del Río de la Plata”, 1841) fue dibujada en colaboración con Carlos Morel.”
 
La Calle larga de Barracas
Si bien fue longevo, como que falleció en Quilmes a la edad de 81 años, el 10/09/1894, su vida artística fue muy breve (no mucho más de diez años), pues tras presenciar en el Cuartel de Ciriaco Cuitiño, en Buenos Aires (2) la ejecución de Julián Dupuy, esposo de su hermana Indalecia, esperando a su vez la hora de su propia ejecución (pena de la que fue absuelto y liberado) (3), se trastornó, y aunque posteriormente insistió con la pintura de tema religioso, no lograría retornar a la expresividad anterior; diría Lanuza, se “anuló por el terror, convirtiéndolo en un sobreviviente, en un pobre fantasma de sí mismo…”.
A estas últimas líneas que aluden a su salud mental y hacen a “la leyenda” a su alrededor tejida, se opone su sobrino-bisnieto Agustín Matienzo, autor de la obra “Carlos Morel precursor del arte argentino”, quien dice que no fue el suyo un estado demencial, sino que se limitó a un debilitamiento general de sus facultades intelectuales con el correr de la vida. Y cuenta que en su larga residencia en Quilmes, en casa de su hermana Indalecia, siempre fue para todos los miembros de la familia -sobrinos o no-, el “tío Carlitos”, y anota: “nadie se sienta a la mesa familiar, si no lo ha hecho él primeramente, en la cabecera que se le ha destinado”. Lo que, intuimos, habla de respeto y consideración, y no de un enfermo.
Tras el triste suceso de su cuñado Dupuy ocurrido en 1842, se retira a Brasil, más precisamente a Río de Janeiro, donde permanecerá dos años, compartiendo con Prilidiano Pueyrredón y su familia, José María Gutiérrez y Juan Bautista Alberdi entre otros argentinos exiliados, y he aquí un hecho que refuerza lo informado por su pariente biógrafo: entre otras obras realiza -recurriendo a su memoria visual-, dos retratos de su cuñado, y a juzgar por la composición, mantenía vigente el trazo y su condición artística.
Retrato de Juan Manuel de Rosas (miniatura)
En 1844, de regreso en Buenos Aires, publica unos meses después su álbum “Usos y Costumbres del Río de la Plata”, conteniendo 24 láminas repartidas en dos cuadernos de 12 cada uno. Esto también habla a favor de que no debía estar enfermo o disminuido mentalmente, ya que hay un claro afán de producir y publicar, pero… no deja Lanuza pasar por alto, que “Ya no se aproximaría más a las reuniones de paisanos, a los campamentos de carretas, a las payadas de las pulperías, ni se atrevería a evocar el entrevero del combate y el galope de los montados.”
También refiere su sobrino-nieto que “Morel nunca dio un sentido comercial a su arte…”, y de ser así, jamás podría comprender que una obra suya, “La Calle Larga de Barracas”, se subastara en 1999 en la friolera de ¡302.000 dólares! (A pesos de hoy: $ 3.600.000, según el dólar “blue” -válgame la palabreja-).
El primer y verdadero reconocimiento que se le brindó a Morel, quien pasó la segunda mitad del S.19 olvidado y desconocido para sus contemporáneos, fue la exposición de su obra que se organizó en 10/1933 en los salones de los Amigos del Arte, reuniendo óleos y acuarelas nunca antes ofrecidas a la vista del pueblo.
Tal Carlos Morel, “el primer pintor argentino de verdadera significación.”, (4) del que en septiembre se cumplirán 120 años de su fallecimiento.
Combate de Caballería en la Época de Rosas


Notas
(1) Litografía: técnica de reproducir mediante impresión, lo dibujado o gravado previamente en una piedra caliza.
(2) Referencia de Araceli Otamendi
(3)  José León Pagano habla de “degüello”; otros biógrafos dicen “fusilamiento”.
(4) Sentencia de José Luis Lanuza.

BIBLIOGRAFÍA

“El Pintor Argentino Carlos Morel”, por Alejo González Garaño – La Prensa, 24/05/1936
“Carlos Morel en la transfiguración del mito”, por José León Pagano (El Arte de los Argentinos, 1937)
“Carlos Morel”, por José Luis Lanuza – La Prensa, 24/05/1959
“Carlos Morel – Un precursor del arte argentino a través de un biógrafo de hoy” – Anales, 8/1959
“La Pintura de Morel” – Anales, 9/1959
“23 Pintores de la Argentina -1810/1900”, por Julio E. Payró – Ed. EUDEBA, 11/1962
 “Exposición Carlos Morel” – Quilmes generando cultura, 10/1994
“Record para un paisajista precursor” – La Nación, 25/06/1999

“La obra de Carlos Morel”, por Carlos R. Risso – El Día de La Plata, 27/02/2003 (carta de lectores)

(Publicado en Revista El Federal/El Tradicional N° 471)

domingo, 19 de abril de 2015

NOVILLO QUIROGA

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 174 – 20/09/2014

Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si hablamos de “Poetas Criollos… y otras yerbas”.

DIEGO NOVILLO QUIROGA “Hijo  de  ricos  estancieros  y  bisnieto  del  célebre caudillo riojano, Gral. Juan Facundo Quiroga, su amor a la tierra nativa lo convirtió en magnífico poeta”, así comienza la semblanza biográfica que sobre él escribiera Orlando del Greco.
Este poeta bonaerense nació en la localidad de San Pedro, el 24/10/1899, por lo que el próximo mes se cumplirán 115 años de su natalicio.
Su bohemia creadora lo llevó a frecuentar ambientes humildes, dándose más con los que menos tienen que con aquellos ambientes sociales que le eran propios por cuna.
Desde la adolescencia se dio a la poesía y al periodismo, habiendo escrito en la mayoría de los medios populares de sus años juveniles e inmediatos posteriores, tales como: “La Verdad”, “Crítica”, “La Bastilla”, “El Sol”, “Noticias Gráficas”, “La Nación”, y revistas como “Nativa”, “El Hogar” y “Caras y Caretas”, y por 1918, con el también escritor Ernesto Morales, fundan la revista “Hebe”. Con este mismo colega, publica en 1917 la “Antología Contemporánea de Poetas Argentinos”; ese mismo año aparece su primer libro de poemas: “Desde mi torre de marfil”. En 1922 da a la prensa “Sabañones” -versos satíricos-, en 1929 “Vinchas – versos criollos”, y en 1930 “Rasjidos”, compendio de canciones criollas compuesto por las letras y las partituras musicales de las mismas, desgranándose en sus páginas: zamba, vidala, chacarera, cuando, tonada, firmeza, huella, triunfo, triste, estilo, gato, vidalita, cielito, pericón y hasta un arrorró gaucho. Lo pinta de cuerpo entero la dedicatoria que escribe en su libro: “A mi pago, San Pedro, Provincia de Buenos Aires, húmedo a lágrimas de macho en mi ternura de hijo”.
Cierra su serie editorial el libro de cuentos criollos aparecido en 1939, “Pampa del Recuerdo”, obra que fuera alabada por la crítica.
Según su familia tuvo desde la juventud, trato amistoso con Carlos Gardel, y así fue que éste le grabó la ranchera “Hasta que ardan los candiles”, tema que había resultado premiado en un concurso de la grabadora Odeón; también José Razzano le grabó, en este caso el tango “Viejo Callejón”.
También es autor del primer tema grabado como chamamé, que fue “Corrientes Poty”,  y que grabara Samuel Aguayo.
Se sabe que tenía en preparación 2 libros que no llegaron a concretarse: “Diccionario del pelo de los caballos criollos” y “Vocabulario Criollo”.
Con jóvenes 50 años, falleció en Bs. As. el 26/06/1950.